jueves, 21 de febrero de 2008

IX Experiencias con Aute

Como decía, no sería aquella la única vez que nos viésemos. Al año siguiente, Aute presentaba en Cieza su LP “Cuerpo a cuerpo” en la Plaza de Toros. Era el mes de Agosto, Cieza estaba en fiestas. Mi padre, como en otras ocasiones, había ido a tomar su granizado de café y después se acercó a la Plaza a curiosear con el montaje de los equipos de sonido y esas cosas. Serían las cuatro ó las cinco de la tarde, cuando vió que Aute se encontraba allí, tirado, literalmente, sobre una grada echando una siesta. Mi padre volvió a casa con cierta excitación a contármelo. Me sugirió que podríamos acercarnos e intentar saludarle, porque allí no había nadie más, ni gente de seguridad ni nada… Así que pasado un ratito, nos montamos en su moto y nos fuimos para allá. Apenas habíamos pasado al interior, cuando nos lo encontramos de frente. –“ Hola Luis, veníamos a saludarte…”- dijo mi padre. Aute nos miró y nos sonrió. _”Fuimos a Murcia el año pasado a verte y le dedicaste el disco a mi hija”…”-
- “Claro que me acuerdo, aún estoy esperando la cinta para hacerle un perfil de voz…”
- “¡No me digas que aún te acuerdas!”…- Respondió mi padre con asombro, ofreciéndole un pitillo. Y así empezó una agradable charla entre los tres. Mi padre se disculpó diciéndole que no le enviamos la cinta, porque por no crearme ilusiones, él no había querido darle mayor transcendencia al tema. Le contamos que éramos de Cieza y que iríamos también a su concierto esa noche, y otras muchas cosas, porque él nos preguntaba, y también nos contaba cosas suyas, de una hija que tenía más ó menos de mi edad y tal. Así pasamos un buen rato, charlando él y mi padre de sus peripecias en otra época, cuando en una pausa, me preguntó:- “¿Te gustaría cantar en mi concierto esta noche”?-
- “Sí”.-
Mi padre le dijo que estaba loco, y a mí también me lo dijo. Le contó que en Cieza la gente es algo especial y que por una improvisación como la que pretendía, le podían montar un pollo como el que le montaron, tiempo atrás, al cantante canario José Vélez
(esa noche destrozaron el recinto en el que Vélez actuó, por algo que aclaró sobre la venta de sus entradas)…Pero Aute insistió. Me acompañó hasta su escenario y una vez allí, me ofreció su guitarra y me pidió que cantase algo; quería escucharme. Canté “Las cuatro y diez” y le gustó mucho. Así que siguió insistiéndole a mi padre en que tenía que cantar allí esa noche. Habló después con el contratista para explicarle lo que quería hacer conmigo; éste no puso ninguna objeción. Entonces nos contó su plan: a mitad del concierto me haría una presentación y a continuación yo saldría, y cantaría tres canciones. Quedamos en eso, nos despedimos hasta unas horas después y nos marchamos corriendo a casa, nerviosos, sin salir de nuestro asombro, a contárselo todo a mi madre, que por supuesto creyó que estábamos bromeando. Pero conforme vió que las horas pasaban y que seguíamos hablando del tema, concluyó que la cosa iba en serio. Llamé a las amigas de la pandilla; todas me vieron aquella noche. Fue como una alucinación. Recuerdo más detalles de otras cosas, como la cadencia de los rizos y los hoyuelos de Olga Román, que era muy alegre, el efecto que el eye liner hacía en los ojos de Luis Mendo, embelleciéndolos más, el buen rollo que todos tenían antes de salir al escenario y cosas así, que del momento de mi actuación. De ese momento recuerdo la impresión de ver ante mí una plaza repleta, el silencio que se hizo mientras cantaba y las ovaciones posteriores y los gritos de alguna que otra fémina cuando Aute salió a pedirme que cantase una tercera canción. Y es que por cautela y por consejo de mi padre, antes de nada advertí al respetable que iba a interpretar sólo dos temas, para que supiesen que iba a ser breve. Aute le dijo a mi padre: -“¡Cómo que dos canciones si le he dicho que tres…!”- Mi padre le dijo que sería cosa de los nervios, pero lo cierto era que él mismo me había dicho que cantase sólo dos. Por esa razón cuando me despedía del público, Aute salió al escenario, me rodeó con su brazo y me pidió que cantase una más. El público aplaudía con emoción. Cuando miro las fotos de aquello, puedo ver en ellas las caras de algunas personas, como sus rostros están atentos y sorprendidos a la vez. Aute nos contó después, a mí y a quiénes le entrevistaron esa noche, que después de mi actuación tuvo que variar el orden de las canciones que seguían, porque el público se había quedado “muy arriba” para los temas que le tocaba interpretar. ¡Qué queréis que os diga!, fue más que un sueño hecho realidad. Me entrevistaron en TVE Murcia, en emisoras de radio y aprovechamos aquello para darme a conocer a entidades que podían darme mis primeros contratos como cantautora. De ese modo empezaron mis primeros conciertos, aunque no dejé de presentarme a otros concursos de cierto prestigio, como el regional “MURCIA JÓVEN” que gané en el año 87 en Alhama y que me llevó a disfrutar de una semana preciosa en el CERTÁMEN Nnal. De JAÉN, con gente de la talla de Paco Ortega e Isabel Montero, que por cierto, lo ganaron ese año. Pero de eso os hablaré más tarde. Aquel acontecimiento hizo que en mi pueblo, se me viera ya de otro modo; la gente de mi edad, en concreto chic@s que se reían de mí pues, no sé, por andar inventando canciones, o simplemente por ser diferente, por no compartir sus gustos o aficiones, me trataban ya de otro modo, hasta fueron a mi primer concierto. Por ello sigo estándole tan agradecida a ese hombre. No imaginaba él que pudiera hacerme tanto bien. Creo haberle escrito sobre esto en alguna carta. Después nos hemos visto alguna otra vez, con el permiso de los de seguridad que previa consulta con él me han dejado entrar al camerino a saludarle. La última vez, casi pierdo una carta suya que llevaba conmigo como “salvoconducto”. Fue el 11 de Agosto del 99. Se dijo de ese día que era el “Día de fin del Mundo”. Casi se me cae a mí el mundo encima cuando una tal Carla, manager de Silvio Rodríguez, me pidió que le dejara dicha carta para comprobar y dejarme así saludar a Aute. Actuaban los dos AUTE Y SILVIO en Ceutí. Menudo montaje a todos los niveles. En cuestiones de seguridad, sólo les faltó cachear al respetable mientras entregábamos la entrada. El caso es que esta Carla, se llevó mi carta, y desapareció sin más. Lo que tuvimos que mover para, por lo menos, conseguir que me la devolviera. Me hizo pasar un largo y mal rato y encima, con mal talante, me dijo que no tenía que haberme fiado de ella cuando al fín me la devolvió. Pudimos entrar a saludar a Aute que, como siempre, fue muy atento con nosotros y con otras personas que también entraron a pedirle algún autógrafo. Nos presentó a Silvio, el cual se fue a esperarle a su autobús dejándole allí, y sin hacernos el menor caso, todo sea dicho. Aunque a mí, poco me importó aquello. Esa vez íbamos solos mi novio y yo y me preguntó por mi padre. Es muy buena gente, además de un gran artista. No sé si alguna vez llegaré a ser alguien en esto, pero si así fuera, quisiera tener su sencillez y su cercanía a la gente. Mis sueños con él no terminaron. Quisiera ser alguien para invitarle, con toda humildad y admiración, a un concierto mío y agradecerle, ante una multitud su gesto amable con un fuerte abrazo y una canción. Te deseo todo lo bueno, amigo Aute.

martes, 5 de febrero de 2008

Memorias capitulo VIII

Aquella no sería la única desilusión que me llevase con los concursos. Recuerdo otro, en Stº. Ángel, en el que me dieron un tercer premio, explicándome que querrían haberme dado el primero, pero lo tenían comprometido con una chica oriunda de allí, que después de marcharse a vivir fuera había vuelto a pasar el verano. Al parecer alguien de su familia había tenido una estrecha relación con el lugar y querían poner un bonito final a las vacaciones de esa chica con aquel primer premio. A continuación me explicaron que me habrían dado el segundo, pero como no les quedaba bien los dos premios seguidos a dos chicas, decidieron dar el segundo a un chico y a mí el tercero. A mí la cuestión en sí me daba igual de no haber sido por esas explicaciones, que son las que te ponen de manifiesto los intereses y los rollos que a veces hay detrás de todo. Pero bueno, lo mas bonito, como siempre, fue el público. Canté “Alfonsina y el mar”, el silencio era total y al final más de una persona se acercó a decirme que se había emocionado escuchándome. Y esa es la mejor recompensa. Lo otro está bien para ponerlo en un currículum, por tener unas referencias. Pero a los diecisiete años y sin mas rodaje que unos cuantos concursos, la verdad es que hechos como ese te asombran. Y como de todo se aprende, aprendes también que en la vida no todo funciona haciendo las cosas bien, que muchas veces los esfuerzos, por grandes que sean, no siempre tienen recompensa. Mi padre ejercía cierto control sobre mis ensayos. Si por alguna circunstancia estaba dos semanas sin ensayar me decía: -“Tienes que ensayar y estar preparada, porque no sabes cuando puede llamar a tu puerta una oportunidad”.- Y es cierto. Pero aunque la música siempre me ha llenado de ilusión, a los diecisiete también hay amigas, chicos, y otras preocupaciones que te llevan a hacer un alto en el camino. Andaba, para colmo, atravesando una situación, desagradable en el amor que, unida a cosas como esa… Sin embargo ni los éxitos, ni las desilusiones me hacían sospechar, ni intuir mínimamente el gran acontecimiento que viviría, y que me cambiaría a los ojos de los demás, y a los míos propios para siempre: cantar en la Plaza de Toros de Cieza, mi pueblo, de la mano del mismísimo LUIS EDUARDO AUTE.
Todo empezó, por así decirlo, un año antes, en el 83. Recordaréis que descubrí la música de Aute, desconocido para mí hasta entonces y que tanto me gustaban sus canciones, que en los concursos siempre interpretaba algo suyo. Ese año actuó en Murcia, en el Parque de Fofó, presentando los temas del doble LP “Entre amigos” . Mi padre, que me ha hecho muy feliz llevándome a conciertos de música a los que me hacía una gran ilusión ir, me llevó a éste, cómo no. Nos llevamos el doble LP, porque como dice mi padre, nunca se sabe. Fue una gozada el concierto. Uno de los corresponsales de la SER me reconoció, porque me vió muy poquito antes, en uno de los concursos cantando “Las cuatro y diez”. Nos saludamos y charlamos los tres. Mi padre también hizo radio en su juventud y por ahí fue la charla. Entonces a mi padre se le ocurrió la idea de probar a saludar a Aute y ayudados por aquel hombre, entramos al camerino. Él nos presentó, le habló de que había ganado algunos premios y de que cantaba sus canciones. Luis Eduardo me volvió a preguntar el nombre. Fue muy atento, sencillo, con un trato muy cercano. Charlamos unos diez minutos y me dio, por su cuenta, su dirección de Madrid para que le enviase una maqueta para “hacerme un perfil de voz”, eso dijo. Además me firmó el disco: “A mi guapa colega María Esperanza, con el deseo de que sus canciones vuelen altas y anchas. Un abrazo muy fuerte de tu amigo y colega Luis Eduardo Aute”. No me lo podía creer. Le prometimos que le enviaríamos esa cassette y nos dimos un beso de despedida. Mi padre dijo: -“¿Estás contenta…?. Por supuesto de lo de la cassette, olvídalo. Esas son cosas que se dicen… ¡Qué amable ha sido…!”- Yo iba en una nube. Si no mandábamos la cassette, ¿qué más daba?. Yo no podía dar crédito a tener entre mis manos el doble LP, que tantas veces había escuchado, firmado por el mismo Aute. Para mí eso ya era demasiado. Pero no terminaría la cosa ahí… Decía mi padre que nunca se sabe cuando va a llamar una oportunidad a tu puerta… Aún me aguardaba otra gran sorpresa, en Cieza, al año siguiente.

viernes, 1 de febrero de 2008

Memorias capitulo VII

Como decía, fue a través de los concursos de música como empecé mi trayectoria musical. El primer premio de Fuente Álamo me dio mi primer concierto, meses después, en un instituto de enseñanza, dentro de las actividades que organizaron para la fiesta de patrón Stº Tomás de Aquino. Yo era de la misma edad que muchas de las chicas del público. Me escuchaban con sorpresa cantar temas de autores conocidos y mis propias canciones, claro que por entonces eran unas siete u ocho.
Fue ese verano del 84 cuando me presenté a otro concurso, que gozaba de cierto renombre en la región. Se hacía en el pueblo de Beniel, pueblo limítrofe ya con la Comunidad Valenciana . Se decía que de ese concurso salió, no recuerdo qué cantante famoso. Por aquel entonces gobernaba , en el citado lugar, la derecha política, liderada por José Manzano, dueño de los “Aceites Manzano”, al menos en aquel tiempo. Por lo que viví y por lo que supe después, este era un señor de esos que quedaban de la época del franquismo. Tenía el poder en el pueblo, no ya por haber sido votado democráticamente, sino porque el que más y el que menos, trabajaba en sus fábrica de aceite de oliva . Lo consideraban el dueño del pueblo. Hubo una anécdota que salió en la TVE regional, de un sacerdote al que quiso expulsar de allí, porque en una omilía dijo, que en la Casa de Dios no había lugares de preferencia. Al parecer , el Sr. Manzano acostumbraba a ocupar con su familia, algún banco en concreto, banco que encontró ocupado, motivándose el enfado del Sr. Alcalde. Ese enfado dio lugar a las palabras del sacerdote, que si no fue expulsado sería, entre otras cosas, porque los feligreses salieron a la calle a manifestarse en contra. Os cuento todo esto para que entendáis mejor el porqué de aquella desventura…
En todos los concursos era habitual, enviar una maqueta, una cinta cassette con dos ó tres canciones, para que el jurado escuchase con antelación, cómo lo hacían los aspirantes y realizar así una selección previa de concursantes. Una vez te admitían, actuabas como participante ante el público. Para el de Beniel no se enviaban maquetas. Nos citaron un sábado, no recuerdo si a las 9 ó las 10h. de la mañana en el Salón de Plenos del Ayuntamiento para oírnos. Frente a nosotros, en una mesa alargada, custodiada en sus extremos por un guardia civil, teníamos al jurado: el SR. Alcalde, el Dtor. De la Banda de Música, y un concejal. Frente a ellos, en sillas alineadas en filas, estábamos los aspirantes a participar. En la puerta del Salón había algunos corresponsales de periódicos y de emisoras de radio, como la SER .El silencio en la sala era muy tenso. Uno de los aspirantes pretendió romperlo tímidamente para preguntar algo, y digo pretendió, porque antes de que pudiese hacerlo, el Sr. Alcalde le cortó en seco gritando: - ¡“Aquí las preguntas las hacemos nosotros “! – Podéis imaginar cómo nos sentíamos todos allí, a esas horas en las que apenas te sale la voz del cuerpo, con ese ambiente tan relajado. Una vez te preguntaban el nombre, la procedencia, y el título de la canción, cantabas unos segundos y te cortaban para decirte si sí o si no. Conmigo en principio fue sí. Canté nada una ó dos frases de “Las cuatro y diez”. Afuera los corresponsales deseaban preguntarnos sobre nuestra impresión en esa preselección tan insólita, además el de la SER y alguno más, fueron testigos del “aquí las preguntas las hacemos nosotros”, lo que aumentó su curiosidad.
El concurso era una de las actividades importantes de sus Fiestas Patronales. Una orquesta, que casualmente era de mi pueblo ( “96 Octanos”), acompañaría a los concursantes que lo quisieran, haciendo unos ensayos unas horas antes del evento. Se cerraban 3 ó 4 calles públicas, con vallas metálicas para crear un recinto al que se accedería pagando una entrada. Una vez dentro, si querías sentarte, tenías que pagar la silla. No recuerdo si mis acompañantes, mis padres y dos amigas, tuvieron que pagar, pero sí que mi padre discutió el asunto con los porteros porque había que comprar la entrada. En el recinto, a la izquierda , había una barra con bebidas que tampoco eran gratis. Entre la barra y el escenario que se situaba al entrar a la derecha, estaban las sillas alineadas para el público. Justo al pié del escenario, la mesa del jurado, surtida de refrescos y otras bebidas, era ocupada por el Sr. Alcalde la Reina de las Fiestas, el Dtor. de la Banda …Como en otros concursos, los estilos musicales eran dispares, aunque en este se notaba más esa diferencia. Hubo desde canción española, hasta canción lírica interpretada con un piano acompañando. No recuerdo en qué lugar actué. Interpreté dos canciones. Con la primera, bien. ¡Pero con la segunda..! ¡Fueron palabras mayores para un jurado como aquel!. Inocente no pensaba yo que aquella canción fuera a provocar tal desenlace. Mi padre tampoco reparó en ello, si no , no me habría dejado cantarla allí. Se trataba del “Sólo le pido a Dios” que tan famoso hizo Ana Belén. Me descalificaron inmediatamente. Me quedé hecha un trapo, mis amigas no sabían qué decir. Mientras abandonaba el lugar, la orquesta me despedía con “A mi manera” y la melodía alimentaba más mis ganas de llorar. Me esforzaba en simular que no tenía la cosa mayor importancia, pero era duro. Había quien se inclinaba al paso para decirme en voz bajita: :- “Nena muy bien, has estado muy bien”-. Y yo sonreía agradecida.
Al año siguiente volví a participar. Esa vez se enviaban maquetas para la preselección. Ya en el escenario, canté dos de mis canciones a las que le hice arreglos para que me acompañase la orquesta que, esta vez, era otra en la que tocaba el que me hiciera los arreglos, Ramón Climent ( músico antes de la “Casablanca”). Quedé en cuarto lugar, porque entregaban no sé si eran 8 ó 10 premios. No estuvo mal después del fracaso anterior, pero ya no lo intenté allí nunca más y nunca más he vuelto a saber ni de aquel concurso, ni de aquel lugar…