viernes, 1 de febrero de 2008

Memorias capitulo VII

Como decía, fue a través de los concursos de música como empecé mi trayectoria musical. El primer premio de Fuente Álamo me dio mi primer concierto, meses después, en un instituto de enseñanza, dentro de las actividades que organizaron para la fiesta de patrón Stº Tomás de Aquino. Yo era de la misma edad que muchas de las chicas del público. Me escuchaban con sorpresa cantar temas de autores conocidos y mis propias canciones, claro que por entonces eran unas siete u ocho.
Fue ese verano del 84 cuando me presenté a otro concurso, que gozaba de cierto renombre en la región. Se hacía en el pueblo de Beniel, pueblo limítrofe ya con la Comunidad Valenciana . Se decía que de ese concurso salió, no recuerdo qué cantante famoso. Por aquel entonces gobernaba , en el citado lugar, la derecha política, liderada por José Manzano, dueño de los “Aceites Manzano”, al menos en aquel tiempo. Por lo que viví y por lo que supe después, este era un señor de esos que quedaban de la época del franquismo. Tenía el poder en el pueblo, no ya por haber sido votado democráticamente, sino porque el que más y el que menos, trabajaba en sus fábrica de aceite de oliva . Lo consideraban el dueño del pueblo. Hubo una anécdota que salió en la TVE regional, de un sacerdote al que quiso expulsar de allí, porque en una omilía dijo, que en la Casa de Dios no había lugares de preferencia. Al parecer , el Sr. Manzano acostumbraba a ocupar con su familia, algún banco en concreto, banco que encontró ocupado, motivándose el enfado del Sr. Alcalde. Ese enfado dio lugar a las palabras del sacerdote, que si no fue expulsado sería, entre otras cosas, porque los feligreses salieron a la calle a manifestarse en contra. Os cuento todo esto para que entendáis mejor el porqué de aquella desventura…
En todos los concursos era habitual, enviar una maqueta, una cinta cassette con dos ó tres canciones, para que el jurado escuchase con antelación, cómo lo hacían los aspirantes y realizar así una selección previa de concursantes. Una vez te admitían, actuabas como participante ante el público. Para el de Beniel no se enviaban maquetas. Nos citaron un sábado, no recuerdo si a las 9 ó las 10h. de la mañana en el Salón de Plenos del Ayuntamiento para oírnos. Frente a nosotros, en una mesa alargada, custodiada en sus extremos por un guardia civil, teníamos al jurado: el SR. Alcalde, el Dtor. De la Banda de Música, y un concejal. Frente a ellos, en sillas alineadas en filas, estábamos los aspirantes a participar. En la puerta del Salón había algunos corresponsales de periódicos y de emisoras de radio, como la SER .El silencio en la sala era muy tenso. Uno de los aspirantes pretendió romperlo tímidamente para preguntar algo, y digo pretendió, porque antes de que pudiese hacerlo, el Sr. Alcalde le cortó en seco gritando: - ¡“Aquí las preguntas las hacemos nosotros “! – Podéis imaginar cómo nos sentíamos todos allí, a esas horas en las que apenas te sale la voz del cuerpo, con ese ambiente tan relajado. Una vez te preguntaban el nombre, la procedencia, y el título de la canción, cantabas unos segundos y te cortaban para decirte si sí o si no. Conmigo en principio fue sí. Canté nada una ó dos frases de “Las cuatro y diez”. Afuera los corresponsales deseaban preguntarnos sobre nuestra impresión en esa preselección tan insólita, además el de la SER y alguno más, fueron testigos del “aquí las preguntas las hacemos nosotros”, lo que aumentó su curiosidad.
El concurso era una de las actividades importantes de sus Fiestas Patronales. Una orquesta, que casualmente era de mi pueblo ( “96 Octanos”), acompañaría a los concursantes que lo quisieran, haciendo unos ensayos unas horas antes del evento. Se cerraban 3 ó 4 calles públicas, con vallas metálicas para crear un recinto al que se accedería pagando una entrada. Una vez dentro, si querías sentarte, tenías que pagar la silla. No recuerdo si mis acompañantes, mis padres y dos amigas, tuvieron que pagar, pero sí que mi padre discutió el asunto con los porteros porque había que comprar la entrada. En el recinto, a la izquierda , había una barra con bebidas que tampoco eran gratis. Entre la barra y el escenario que se situaba al entrar a la derecha, estaban las sillas alineadas para el público. Justo al pié del escenario, la mesa del jurado, surtida de refrescos y otras bebidas, era ocupada por el Sr. Alcalde la Reina de las Fiestas, el Dtor. de la Banda …Como en otros concursos, los estilos musicales eran dispares, aunque en este se notaba más esa diferencia. Hubo desde canción española, hasta canción lírica interpretada con un piano acompañando. No recuerdo en qué lugar actué. Interpreté dos canciones. Con la primera, bien. ¡Pero con la segunda..! ¡Fueron palabras mayores para un jurado como aquel!. Inocente no pensaba yo que aquella canción fuera a provocar tal desenlace. Mi padre tampoco reparó en ello, si no , no me habría dejado cantarla allí. Se trataba del “Sólo le pido a Dios” que tan famoso hizo Ana Belén. Me descalificaron inmediatamente. Me quedé hecha un trapo, mis amigas no sabían qué decir. Mientras abandonaba el lugar, la orquesta me despedía con “A mi manera” y la melodía alimentaba más mis ganas de llorar. Me esforzaba en simular que no tenía la cosa mayor importancia, pero era duro. Había quien se inclinaba al paso para decirme en voz bajita: :- “Nena muy bien, has estado muy bien”-. Y yo sonreía agradecida.
Al año siguiente volví a participar. Esa vez se enviaban maquetas para la preselección. Ya en el escenario, canté dos de mis canciones a las que le hice arreglos para que me acompañase la orquesta que, esta vez, era otra en la que tocaba el que me hiciera los arreglos, Ramón Climent ( músico antes de la “Casablanca”). Quedé en cuarto lugar, porque entregaban no sé si eran 8 ó 10 premios. No estuvo mal después del fracaso anterior, pero ya no lo intenté allí nunca más y nunca más he vuelto a saber ni de aquel concurso, ni de aquel lugar…

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