domingo, 23 de diciembre de 2007

Memorias capitulo II

Mi padre no es un erudito ni un profesional de la música. Pero sabía lo suficiente para, a su criterio, encauzar mis primeros pasos. En los 60 encandilaba a las chicas con sus canciones y sus toques de guitarra. También obtuvo un premio de la radio en un concurso con una canción que hizo. Cuando tenía veintitantos años, trabajando de maestro de escuela en una localidad vecina, se hizo “manager” de un grupo jóvenes músicos, que necesitaban de alguien que les echase un cable para funcionar y conseguir actuaciones. Se llamaban “Los Gringos”. Al parecer fueron a hablar con mi padre y éste, con su módico sueldo de entonces*, se ofreció para comprarles algún instrumento y no sé qué más, con tal de recuperar el dinero con lo que fuesen ganando. Les dirigió los ensayos, les puso firmes, les corregía según su idea y les buscaba actuaciones. ¡Y sonaron bastante en aquella época!. Uno de ellos, que entonces era un chaval, siempre volvía de las actuaciones dormido y, según contaba mi padre, la madre le dejaba las llaves de casa para que lo echaran a la cama, si era necesario. Ese chaval, Paquito, es el bajista de Manolo García, el de “El último de la fila”. ¡Cómo pasa el tiempo!. Mi padre no lo ha vuelto a ver desde entonces, sí al resto. Una de las últimas veces fué en dicha localidad, Calasparra, en uno de mis conciertos. Entraron emocionados al camerino a saludarme. Me recordaban de niña, porque cuando ellos cantaban yo tenía apenas dos años de edad. También yo les recordaba con las caras de entonces, porque mi padre me llevaba a veces a sus actuaciones.
No sabría decir desde cuándo siento la necesidad de cantar. Yo diría que desde siempre. Cuando era muy pequeña, como decía antes, mis padres me llevaban muchas veces a las actuaciones de Los Gringos. Y al parecer tanta emoción, tanta excitación me producía verles cantar, que por las noches era yo quien lo hacía en sueños. Tal fue la cosa que, comentándolo mis padres con el médico ( D. Norberto Casinello, gran amigo de la familia) éste les dijo que procuraran evitar llevarme a demasiadas verbenas, porque el “subidón” que me producían podía ser, por mi corta edad, perjudicial para mi salud emocional.

*Nota: en aquella época el sueldo de un maestro era tan básico que existía el dicho “ganas menos que un maestro de escuela”.

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