sábado, 12 de enero de 2008

Memorias capítulo V

Aquella era una noche de Agosto, el auditorio, al aire libre, estaba casi recién estrenado. Me recordaba a los anfiteatros romanos pero en versión mucho más sencilla. Las gradas de cemento estaban repletas de gente de todas las edades: niños, jóvenes y adultos se movían de aquí para allá, saludando o buscando un hueco donde sentarse. El cielo, presagiando una noche intensa, estaba cuajado de estrellas que me parecían hacer guiños una y otra vez, como si jugaran traviesas. Se hizo el silencio porque el concurso comenzaba. No sé si fue presentador o presentadora quien dió paso al primer concursante de la noche. Tampoco recuerdo en qué lugar salí yo. Sólo recuerdo que mi padre me hizo caer en la cuenta de que estaba nerviosa, pues con la emoción, ni siquiera me había percatado de ello.
- ¿Estás nerviosa?- preguntó
- No – le dije
- Pues tienes las manos frías – me susurró sonriendo.
Era cierto. Yo siempre tengo las manos muy calientes. De niña, mi abuela a veces posaba sus labios en mi frente para valorar si tenía fiebre porque mis manos estaban ardiendo. Incluso cuando trabajaba como auxiliar de enfermería con los ancianos, éstos agradecían el calor que aún a través de los guantes de látex desprendían mis manos. Aquella noche no me había dado cuenta de que las tenía como el mármol hasta que me lo advirtió mi padre. Eso me pondría aún más nerviosa, porque temía que esa frialdad me dificultase tocar la guitarra. Menos mal que no tendría tiempo de pensar en nada más, el presentador me estaba dando paso. Aquel fue un concurso muy variopinto, con una mezcla total de estilos. Hubo quien cantó por Roberto Carlos, algún grupo de pop-rock, yo con mi propia canción… Había que interpretar dos temas. Primero canté “Las cuatro y diez” de Aute, para terminar con la canción que compuse para la ocasión, “Canto a la vida”, un tema inocente, que habla de los gustos e inquietudes que llevaban a cantar a una criatura de dieciséis años, la que era yo entonces. El silencio total dio paso a una explosión de aplausos. Nunca hasta ese momento, había vivido algo así. Al parecer el público había disfrutado con lo que oyó. La gente pasó un buen rato, supongo, porque oía sus felicitaciones por el estrecho pasillo que quedaba, cuando volvía al rincón donde había esperado mi turno. Quedé clasificada y volvería a actuar la noche siguiente.

No hay comentarios: