martes, 5 de febrero de 2008

Memorias capitulo VIII

Aquella no sería la única desilusión que me llevase con los concursos. Recuerdo otro, en Stº. Ángel, en el que me dieron un tercer premio, explicándome que querrían haberme dado el primero, pero lo tenían comprometido con una chica oriunda de allí, que después de marcharse a vivir fuera había vuelto a pasar el verano. Al parecer alguien de su familia había tenido una estrecha relación con el lugar y querían poner un bonito final a las vacaciones de esa chica con aquel primer premio. A continuación me explicaron que me habrían dado el segundo, pero como no les quedaba bien los dos premios seguidos a dos chicas, decidieron dar el segundo a un chico y a mí el tercero. A mí la cuestión en sí me daba igual de no haber sido por esas explicaciones, que son las que te ponen de manifiesto los intereses y los rollos que a veces hay detrás de todo. Pero bueno, lo mas bonito, como siempre, fue el público. Canté “Alfonsina y el mar”, el silencio era total y al final más de una persona se acercó a decirme que se había emocionado escuchándome. Y esa es la mejor recompensa. Lo otro está bien para ponerlo en un currículum, por tener unas referencias. Pero a los diecisiete años y sin mas rodaje que unos cuantos concursos, la verdad es que hechos como ese te asombran. Y como de todo se aprende, aprendes también que en la vida no todo funciona haciendo las cosas bien, que muchas veces los esfuerzos, por grandes que sean, no siempre tienen recompensa. Mi padre ejercía cierto control sobre mis ensayos. Si por alguna circunstancia estaba dos semanas sin ensayar me decía: -“Tienes que ensayar y estar preparada, porque no sabes cuando puede llamar a tu puerta una oportunidad”.- Y es cierto. Pero aunque la música siempre me ha llenado de ilusión, a los diecisiete también hay amigas, chicos, y otras preocupaciones que te llevan a hacer un alto en el camino. Andaba, para colmo, atravesando una situación, desagradable en el amor que, unida a cosas como esa… Sin embargo ni los éxitos, ni las desilusiones me hacían sospechar, ni intuir mínimamente el gran acontecimiento que viviría, y que me cambiaría a los ojos de los demás, y a los míos propios para siempre: cantar en la Plaza de Toros de Cieza, mi pueblo, de la mano del mismísimo LUIS EDUARDO AUTE.
Todo empezó, por así decirlo, un año antes, en el 83. Recordaréis que descubrí la música de Aute, desconocido para mí hasta entonces y que tanto me gustaban sus canciones, que en los concursos siempre interpretaba algo suyo. Ese año actuó en Murcia, en el Parque de Fofó, presentando los temas del doble LP “Entre amigos” . Mi padre, que me ha hecho muy feliz llevándome a conciertos de música a los que me hacía una gran ilusión ir, me llevó a éste, cómo no. Nos llevamos el doble LP, porque como dice mi padre, nunca se sabe. Fue una gozada el concierto. Uno de los corresponsales de la SER me reconoció, porque me vió muy poquito antes, en uno de los concursos cantando “Las cuatro y diez”. Nos saludamos y charlamos los tres. Mi padre también hizo radio en su juventud y por ahí fue la charla. Entonces a mi padre se le ocurrió la idea de probar a saludar a Aute y ayudados por aquel hombre, entramos al camerino. Él nos presentó, le habló de que había ganado algunos premios y de que cantaba sus canciones. Luis Eduardo me volvió a preguntar el nombre. Fue muy atento, sencillo, con un trato muy cercano. Charlamos unos diez minutos y me dio, por su cuenta, su dirección de Madrid para que le enviase una maqueta para “hacerme un perfil de voz”, eso dijo. Además me firmó el disco: “A mi guapa colega María Esperanza, con el deseo de que sus canciones vuelen altas y anchas. Un abrazo muy fuerte de tu amigo y colega Luis Eduardo Aute”. No me lo podía creer. Le prometimos que le enviaríamos esa cassette y nos dimos un beso de despedida. Mi padre dijo: -“¿Estás contenta…?. Por supuesto de lo de la cassette, olvídalo. Esas son cosas que se dicen… ¡Qué amable ha sido…!”- Yo iba en una nube. Si no mandábamos la cassette, ¿qué más daba?. Yo no podía dar crédito a tener entre mis manos el doble LP, que tantas veces había escuchado, firmado por el mismo Aute. Para mí eso ya era demasiado. Pero no terminaría la cosa ahí… Decía mi padre que nunca se sabe cuando va a llamar una oportunidad a tu puerta… Aún me aguardaba otra gran sorpresa, en Cieza, al año siguiente.

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