He mencionado que viví en Albacete, casi siete años… Los tres primeros fueron los mas bonitos, en todos los aspectos. Me ví allí, por una de esas carambolas que te hace el destino, estudiando Magisterio. Me adapté al momento, fui a vivir con unas chicas a las que no conocía de nada pues lo mío hubiese sido ir a estudiar a Murcia y haber buscado un piso con mis compañeras de instituto y todo eso. Pero quiso la vida que estudiase en un lugar que no conocía de nada. Mis compañeras de piso, que eran todas de Hellín y se conocían, eran majísimas. Y en esos años, con ellas compartiría anécdotas de éxitos, las canciones nuevas que iba componiendo, ensayos, mi primera grabación… Al año de estar allí, surgió mi primer concierto. Fue para la Escuela de Magisterio dentro de unas actividades culturales que se programaron. Nunca ví en las amigas de mi pueblo la ilusión que tenían aquellas compañeras de piso por verme cantar. Me vestí con ropa que ellas me dejaron para la ocasión, aún recuerdo la alegría que se respiraba en el piso aquella tarde de invierno, muy fría por cierto. Allí también me enamoré y quiso el destino que no fuese de un chico cualquiera. José Miguel estudiaba también Magisterio, dándose además la casualidad de que junto con sus hermanos, ponía focos en algún que otro evento. Ellos pusieron aquella tarde el toque de luz y color, que hizo que el Salón de Actos tuviese un escenario bonito. Un profesor sugirió que colocasen también unos macetones que tenía en su despacho, en los extremos del escenario. Es un gozo sentir que se transmite ilusión a otros, porque esa ilusión de los otros alimenta a la vez la mía. El concierto fue un éxito. Teresa, la profesora de Pedagogía, nos invitó después a tomar unas tapas al grupo de amigos que nos juntamos al final…
En el piso mis compañeras, que eran como hermanas, eran las primeras en escuchar los temas que componía. Digo esto porque en mi casa siempre fui muy reservada para eso, de hecho de no haber sido por lo que os conté de Aute en uno de los primeros capítulos, en mi casa no se habrían enterado de este hobbie hasta sabe Dios cuando. Así que en aquel piso compuse la mayor parte de las canciones de mi primer disco, como “A los Hijos del Asfalto”, “La obra mas bella”, “Que yo te sigo amando”… Quiso el destino también que paralelamente a mi carrera musical, fuese creciendo la de José Miguel y sus hermanos con los focos, y que lo que empezó como una diversión se convirtiera en una empresa que llegó a iluminar a artistas como Alfredo Kraus , quien les felicitó por el trabajo que hicieron en un concierto que dio en la Feria de Albacete. Ellos iluminaron el concierto que dí en la Plaza de España en Cieza, por Feria. Fue en Agosto del 88, uno de los mas importantes que he dado aquí, por el recinto, el público y porque sería yo la artista contratada para cerrar la última noche de las Fiestas Patronales. Como nadie es profeta en su tierra, dijeron de mí algunas malas lenguas que yo iba de especial por ponerme los focos aquellos tan chulos, una empresa de fuera. No sabían esas lenguas que a los de los focos y a mí, nos unía otra relación que iba más allá de lo profesional, aunque años después, por otro capricho del destino, aquella relación quedase sólo para el recuerdo. El caso es que viví y compartí mis mejores momentos con gente estupenda a la que nunca olvidaré. Según he sabido después, aquella empresa de iluminación, que empezó llamándose Fase Tres y después Onda Tres porque se unió a la de sonido Triple Onda, terminó disolviéndose porque los hermanos que la llevaban consiguieron buenos trabajos estables, aunque llegaron a forjar una gran empresa, por la calidad y la envergadura de sus trabajos. Pero quien esté en este mundo sabrá que es un trabajo muy bonito y muy sacrificado , de terminar tardísimo, viajar mucho y de noche… Así que con el tiempo lo dejaron. Aunque antes de que aquellas aventuras terminaran, compartimos pruebas con material nuevo, algunos montajes como el de Alfredo Kraus, para el que buscamos por todas las tiendas de Albacete metros y metros de una tela negra para hacer el telón de fondo del escenario, y otras anécdotas.
Si no hay mal que cien años dure, tampoco hay bien que dure cien años, y como todo, aquellos años fueron yendo a menos poco a poco. No sabría decir el porqué, simplemente sucedía. Al arraigarme tanto en Albacete, no desarrollé curiosidad por conocer Murcia. No sé como sería por los ochenta, pero seguro que tenía otra movida, ya que Albacete entonces era una ciudad que parecía más un pueblo grande, carente del ambiente universitario de Murcia. Por aquella época no era la canción de autor lo que mas se oía, sino el conocido pop -rock de los 80 con Olé-Olé, Aereolíneas Federales, Hombres G, Los Toreros Muertos… De hecho, en algunos de los concursos a los que fui, no existía la modalidad de Canción de Autor como tal; a lo que yo hacía se le llamaba Folk. Sí que fue por entonces lo de Aute y su “Cuerpo a cuerpo”, pero esta es una canción que no es de multitudes. Así que no sé si habría circuitos y locales para tocar, porque como tampoco tenía coche, ni edad para irme con él a conocer sitios y cuando iba a cantar lo hacía para ayuntamientos, pues no sé si me perdí otra forma de hacer conciertos, forma que conocería años después cuando me estableciera en Murcia. El caso es que muy enamorada y feliz con la vida que llevaba y las amistades que tenía, me desentendí de mi tierra, hasta que pasados unos cinco años, me encontré en un piso que ya no era aquel piso alegre, con unas compañeras que nada tenían que ver con aquellas que, una vez terminada la carrera se marcharon. Con un novio que no tenía claro si éramos novios o amigos con derecho a roce, a pesar de los años que compartimos, y con unos sueños que se desvanecían porque ya no los alimentaba. Allí no había locales en los que hacer algo de vez en cuando. Mi padre que había sido mi manager se había desentendido porque esto le estresaba mucho, y como él había puesto mucho esfuerzo en cosas que luego quedaron en nada, como lo de aquel viaje a Madrid, pues quería que se me fuera pasando la cosa. Siendo una chica, tampoco gozaba de una total libertad de movimientos; de hecho no me saqué el carnet de conducir hasta los veinticinco años, porque mi padre decía que “ a dónde iba una señorita soltera con coche”, una frase burlona con la que quería enmascarar el miedo, comprensible, que un padre tiene de ver a su hija “volar”. Ni siquiera el novio de entonces, gozaba de esa libertad total, pues para ser un chico, coger un coche para ir de Albacete a Cieza a verme en vacaciones le suponía un disgusto en su casa. La cuestión es que era otra época y no sé si fue por todo o por nada que todo se desmoronó como un castillo de naipes. Para colmo de males tuvieron que operarme dos veces por artrosis prematura en las rodillas. Al intubarme para la anestesia en la segunda operación , debí sufrir alguna lesión de laringe que me impedía cantar bien y que me producía muchas molestias. Aquello sería el remate para abandonar. Había terminado todos los estudios que cursé, tenía un trabajo en una clínica dental en la que echaba once y doce horas muchos días, cobrando cuarenta y cinco mil pesetas y sin cotizar a la Seguridad Social. Sin pareja ni amigos ya no tenía sentido seguir allí. Así fue como toqué fondo y así fue también como tomé fuerzas para subir a la superficie.
Volver a mi pueblo fue difícil. Las amistades que pudiera haber tenido alguna vez eran casi inexistentes. Unas porque tal vez nunca lo fueron; otras porque como yo, se fueron y volvían ocasionalmente. Las que no se marcharon iban a casarse y a llevar otra vida. Y es duro volver y encontrarte descolocada, sin amigos de verdad, sin empleo, en casa de nuevo con unos padres que quieren disimular que no te controlan, en un pueblo donde no era una desconocida, pero donde precisamente por eso, la gente se hace de ti unas ideas, que hay que ver lo que cuesta luego desmontarlas.